Ya de adulto, el Aviador prefiere dar largos vuelos en avión antes que la compañía de sus contemporáneos. Durante uno de estos vuelos, su avión sufre un desperfecto y se ve obligado a descender en el desierto del Sahara, en el cual se encuentra con el Principito.
Durante el tiempo que tarda el Aviador en reparar su avión, recibe las visitas del Principito, quien le revela que proviene de otro planeta, al que describe como muy pequeño
El planeta del Principito es identificado por el Aviador como el asteroide B 612. Precisa que este dato está dirigido a las personas mayores, quienes entienden las cosas a partir de las cifras. Con la mención al número del asteroide, el Aviador considera que cumple con demostrar la verdad de su existencia.
El Principito le cuenta al Aviador que en su planeta crecen unos baobabs, árbol que en la Tierra alcanza proporciones descomunales, pero que en el planeta del Principito no son sino meros arbustos. El Principito revela así para qué necesita al cordero: para que se coma las hojas de los baobabs y estos no acaben con su planeta.
El Aviador recuerda otros aspectos de la personalidad del Principito, entre ellos, su soledad, su melancolía y su gusto por ver puestas de sol, sobre todo cuando se siente triste.
El Principito manifiesta su preocupación respecto a lo que comen los corderos. Sobre todo, desea saber si además de arbustos, pueden comer flores. El Aviador responde con fastidio ante estas preguntas, dado que se encuentra ocupado en la tarea de reparar su avión. El Principito entonces le recrimina por ser como las personas mayores, y por su carencia de interés en el destino de las flores y su relación con los corderos. La ira del Principito culmina en llanto.
El Principito le revela al Aviador que a en su planeta existía una flor muy especial, muy hermosa pero a la vez vanidosa y orgullosa. La flor despierta el ingenuo amor del Principito, pero al mismo tiempo, lo confunde. El amor del Principito hacia la flor se llena de dudas.
El Principito inicia un periplo por otros asteroides. El primero que visita está habitado por un rey, quien aparenta ostentar un gran poder pero que al mismo tiempo evidencia carecer de súbditos para ejercerlo. Le pide al Principito que se quede con él, pero el Principito decide continuar su viaje.
El segundo planeta que visita el Principito estaba habitado por un vanidoso, cuyo único deseo es que lo aclamen y lo admiren. El Principito, antes de dejarlo, le pregunta para qué le sirve que lo admiren, sin obtener respuesta.
El Principito visita luego un planeta habitado por un hombre de negocios, quien trafica con las estrellas: las cuenta, las registra, en fin, las posee. El Principito le increpa que eso no es de ninguna utilidad para las estrellas, dejando al hombre de negocios desconcertado.
El siguiente planeta estaba habitado por un farolero y su farol, el cual encendía y apagaba velozmente, puesto que su planeta giraba con mucha rapidez. El Principito lo deja con cierto pesar, pues le simpatiza este hombre que cumple su deber sin cuestionarlo, y al mismo tiempo, lamenta perderse las sucesivas puestas de sol que se producían en aquel mundo.
El sexto planeta estaba habitado por un geógrafo, rodeado de mapas y libros. Confunde al Principito con un explorador, y le pide noticias y detalles de su mundo. Al hablarle de la flor, el geógrafo le informa que las flores son efímeras, es decir, están destinadas a desaparecer, lo cual despierta mordimientos en el Principito, por haberla dejado sola.
El Principito llega por fin a la Tierra, planeta del cual se destacan su gran cantidad de habitantes y el actuar sincronizado de los faroleros de todo el mundo, ocupados en encender y apagar los faroles de todos los continentes.
Se hacen algunas precisiones sobre la cantidad de habitantes de la Tierra, que en realidad pueden caber todos en una isla. El Principito se pregunta por la gente, dado que ha caído en África, donde se encuentra con una serpiente que habla en enigmas, aclarándole al Principito que a pesar de su apariencia, es más poderosa que el dedo de un rey y que puede ayudarlo a volver a su planeta.
El Principito encuentra una flor solitaria, a la que pregunta por los hombres. La flor, en toda su vida, no ha visto más que seis o siete, y considera que los hombres viven molestos por no tener raíces.
El Principito escala una gran montaña, y descubre el eco, que lo lleva a reflexionar acerca de la falta de originalidad de los hombres.
El Principito llega al fin a un camino, junto a un jardín lleno de rosas. Descubre entonces que la flor que dejó en su planeta no era una flor única, sino una más de las tantas rosas que existen. Esto lo entristece mucho.
Siguiendo su camino, el Principito se encuentra con un guardavía, quien le explica su trabajo, consistente en agrupar pasajeros y embarcarlos en trenes. El guardavía ignora los motivos que llevan a la gente a movilizarse de un lugar a otro tan rápidamente.
El Principito conoce a un comerciante, un vendedor de píldoras que evitan la sed. Esto proporciona tiempo extra que, desde el punto de vista del Principito, bien podría emplearse en dirigirse a una fuente para beber.
El Aviador, quien no ha podido reparar su avión, dice al Principito que si no consiguen agua, morirán de sed. El Principito replica que es bueno haber tenido un amigo, aún si se va a morir. Ambos empiezan a buscar un pozo. El Principito se queda dormido
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